Wednesday 16 December 2009

DOBLE SIETE

Todo el mundo estaba pendiente de mí, me acerqué los dados a la boca, los soplé y los lancé. En ese momento solo pensaba en todo el dinero que quería ganar aquella noche.

¡No me lo podía creer! otra vez saqué doble siete. Mi dinero se había multiplicado por veinte ¡Qué digo por veinte por cien! En una noche me había vuelto millonario.

Mi viejo sombrero de cowboy y mi camisa de cuadros no hacían justicia al hombre en el que me estaba convirtiendo aquella noche. Hice un gesto al jefe de mesa y este a su vez al jefe de sala y al instante me trajeron una americana que me costó más de 1000 dólares.

Las personas que había allí me observaban y me decían de todo. Nadie se podía creer la suerte que estaba teniendo esa noche, todo el mundo quería ser yo, Jonathan Harker

Los dados llegaron otra vez hasta mi mano, todos los ojos estaban pendientes de lo que iba a hacer. Me acerqué los dados rojos hasta mi boca y los soplé despacio. Después volví a pensar en todo el dinero que quería ganar, los lancé y… ¿Cómo no? Otra vez dos sietes, la gente que había allí parecía que habían ganado ellos, todos gritaban y se abrazaban entre sí. Pero claro, el más contento de todos era yo.

Yo estaba extasiado, no me podía imaginar lo que estaba a punto de pasarme, noté una fría mano que se posaba en mi hombro y me dijo.

- Vaya, parece que es tu día de suerte.- Dijo una suave voz detrás de mí.

A mi lado como de la nada surgió una mujer a la que nunca había visto antes. Una de las más bellas, sus ojos se clavaron en los míos, vestía con un ceñido traje que hacía resaltar aún más sus ganas de estar en el mundo. Su collar casi me deslumbra. Su interminable cuello estaba repleto de piedras menos preciosas que ella. Era la viva presencia del lujo. Un saber estar que seguro le había costado años aprender y del que hacía gala, se acercó todavía más, casi hasta rozarnos y me dijo.

-¿Me dejas que tire una vez por ti los dados?- Exclamó Muy segura de sí misma.

-Claro, tómalos.- dije sin ningún tipo de duda, me podía permitir muchas tiradas.

Sus manos cogieron las mías, noté otra vez el frío y el calor en mi cuerpo .Me quitó con suavidad los dos dados rojos, brillaban entre sus dedos. Me volvió a mirar otra vez y me susurró al oído.

-Pero apostaré todo lo que tienes.- Dijo acercándose más a mí. Hice una seña al crupier y aposté todo el dinero que había ganado.

No sé lo que me pasó por la cabeza ni tampoco por que lo hice pero accedí. Se acercó los dados a la boca y los sopló. Después sus dos ojos me miraron y sin mirar a la mesa los lanzó, chocaron contra el tapete verde, brillantes como diamantes rojos. Y allí estaban otra vez... Siete doble, fue el éxtasis, una orgía de alegría que nadie se podía creer, tenía más dinero del que pudiera imaginar.

Dos hombres trajeados se acercaron a mí y me echaron amablemente. Lógico si teníamos en cuenta que les había desvalijado la banca aquella noche. Cobré y me ví solo en la puerta del hotel. No me dio tiempo de despedirme de aquel ángel que me acababa de visitar. Lleno de satisfacción subí en el ascensor hasta mi habitación. En la puerta había una figura inmóvil que me esperaba. Estaba de espaldas, su melena rubia caía como hilos dorados de una muñeca de porcelana plateada, sus tacones la levantaban del suelo haciéndola levitar como una diosa llegada del infierno.

-No pensarías que te ibas a escapar.- Dijo soltando una bocanada de su largo y fino cigarro.

-Nada más lejos de mi intención, de hecho te busqué cuando sacaste la última tirada y no te vi.- Dije algo nervioso a decir verdad.

-Estaba a tu lado pero había demasiada gente.- Me dijo tirando el cigarro sobre la moqueta.

-Todo el mundo se me abalanzó y cuando me quise dar cuenta ya estaba fuera.- Dije desviando la mirada hacia el cigarro.

Los dos nos quedamos frente a la puerta. La deseaba con todas mis fuerzas, tan bella, tan delicada y sin embargo una forma de moverse que le hacia fuerte .Era la mujer que merecía el hombre que acababa de nacer ese día. Mis ojos miraban a los suyos fijamente .Era como nadar en agua cristalina, su voz me hizo salir del trance.

-¿No me vas a invitar a pasar?- Susurró mirándome sin parpadear.

-No deseo otra cosa más que eso.- Le dije quebrando la voz al final.

Los dos entramos a la habitación del hotel, se quedó mirándose frente al inmenso espejo que presidía la habitación. Dejó caer su visón al suelo y pude admirar aún más su bonito vestido que hacia resaltar su imponente cuerpo. Mil curvas que obligaban a mis ojosa que estuvieran más abiertos que nunca. No podía hacer otra cosa que mirarla, me tenía hipnotizado.

Estaba inmóvil como una presa frente a su cazador, me miraba fijamente. Cada vez estaba más cerca, hasta que noté su frío aliento en mi cara. Sus labios se abrieron y se juntaron con los míos. Mis manos tocaron su espalda que estaba helada. Extasiado noté que algo me quemaba en el cuello y un placer indescriptible me inundó desde mis pies hasta el último de mis cabellos. Una Hoguera ardía en mí. La sangre que corría por dentro de mis venas hervía a más de mil grados y yo no me podía mover. La diosa que estaba dentro mi habitación de hotel me tiró contra a la cama y me arrancó la camisa haciendo saltar los botones. Dejó el cuello y siguió besándome hacia el pecho hasta llegar al abdomen. Otra vez sentí ese calor que me hacia gritar de placer. Esta vez si lo vi claro, unos preciosos colmillos manchados de carmín, afilados como las puertas del infierno se incrustaban contra mi piel y absorbían mi sangre. Intentaba reaccionar pero el placer no me dejaba. Siguió bajando, me desabrochó el pantalón y al tercer mordisco no aguanté más, Me desmayé.

Al despertarme estaba desnudo y solo en la habitación, no quedaba ni rastro de la diosa que estuvo conmigo la noche anterior ¿Y el dinero? Se lo llevó todo, todo lo que gané esa noche. Me dejo sin nada. Bueno me dejó con esta maldición, me convirtió en un ser de la noche condenado a vagar eternamente y alimentarme de otras personas a través de su sangre. Aunque me pensándolo mejor ¿No está tan mal, no?

Allá donde esté la buscaré para devolverla los besos.

Os quiere Jonathan Harker

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